¿UN FALLO GOLPISTA?

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Por Luis Maria Alonso

El 16 de abril pasado el presidente de la Nación a través del  decreto de necesidad y urgencia 241/2021, determinó una serie de restricciones para el AMBA. Entre ellas la suspensión de clases presenciales para todos los niveles. El gobierno porteño se presentó ante la justicia denunciando la inconstitucionalidad del decreto. La Corte Suprema de Justicia de la Nación tardó en expedirse. Pero esta semana resolvió avalar la postura del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Un fallo a todas luces ejemplar, sin apartarse de lo que dicta la Constitución Nacional. Pero desde el gobierno nacional y provincial salieron con los tapones de punta atacando al poder judicial en su conjunto. La vicepresidenta en una catarata de mensajes por twitter, calificó al fallo como golpista. Llegó a decir que los golpes no son como lo eran antes. Esto pone de manifiesto su malestar cuando no se hace lo que ellos quieren, más allá de que sea algo inconstitucional. El poder debe mantenerse a toda costa, aunque se esté violando las leyes, ese es el pensamiento de quienes lo ejercen actualmente.

La Corte Suprema de Justicia dijo que en el artículo 2 del DNU se violó la autonomía de la ciudad de Buenos Aires. En otro párrafo expresa “que corresponde a CABA –al igual que las provincias- la atribución para decidir sobre los modos de promover y asegurar la educación de sus habitantes”. Hay que recordar que a partir de la reforma de 1994 de la Constitución Nacional, la ciudad de Buenos Aires es autónoma, con su propia constitución, división de poderes y elección directa de sus autoridades. Hasta ese entonces, el jefe de gobierno porteño lo designaba el presidente de la nación. Alberto Fernández olvidó el artículo 129 de la Constitución, y eso que es abogado y debería conocerlo.

En otro considerando la Corte dijo: “las normas adoptadas por las autoridades nacionales no sólo no deben contradecir la Constitución ni los tratados internacionales, sino tampoco invadir el ámbito competencial de las provincias y CABA”. “El estado federal en lugar de ejercer una atribución propia invadió una que le resulta ajena”.

Desde todo punto de vista los integrantes de la Corte Suprema de Justicia obraron  de manera impecable, dándole al gobierno nacional una lección de derecho constitucional. Los jueces Carlos Rosenkrantz, Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti votaron afirmativamente, mientras que Elena Hilton de Nolasco se abstuvo.

REACCIÓN FUERA DE LUGAR

El presidente Fernández reaccionó de una manera autoritaria, desconociendo totalmente la división de poderes. Fuera de sí dijo en un acto en Ensenada: “un juez no puede usar la sentencia para favorecer a los candidatos que le gustan”. “Le digo a la justicia basta, paremos, ya han hecho mucho daño, paremos”. Sólo alguien que no está a la altura de las circunstancias, puede decir lo que dijo.

El gobierno sigue a la deriva, sin rumbo fijo, con la única obsesión de colonizar la justicia, de destruirla. El golpe lo dan ellos al desconocer la ley, al violarla, al actuar de una manera arrogante y soberbia. El poder ensombrecido del presidente se deja ver a cada paso, cuando su alarmante mediocridad nos permite observar que el verdadero poder lo ejerce la vicepresidenta. Nada construyen, todo lo destruyen. Hace un año y medio que están en el gobierno, pero los males actuales son responsabilidad del gobierno anterior.

No hay peor ciego, que aquel que no quiere ver. La ceguera de ellos, son los males que soporta la población. Los golpes lo dan ellos mismos con sus actitudes, sus contradicciones, sus políticas equivocadas, sus disputas internas. Alberto decide por ejemplo desplazar al subsecretario de energía Basualdo por pedido del ministro de economía Guzmán. Cristina se opone. Alberto obedece. La Cámpora triunfa internamente. Los perjudicados: nosotros los ciudadanos.

Algo deber quedar claro. El golpe no lo dió la Corte Suprema de Justicia. El golpe lo hace el gobierno al violar la Constitución Nacional a través de un decreto de necesidad y urgencia. Venezuela queda cada vez más cerca, para alegría del gobierno y para desgracia del país.

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